Hace días mientras manejaba camino al trabajo, en un momento de abstracción del trafico, la radio, y las noticias, vino a mi de repente el recuerdo del primer chiste que escuche en mi vida y atado a él e imposible de separar, llego el recuerdo del primer chiste, o intento de chiste, que conté. Enseguida se dibujo en mi cara una sonrisa producto de una felicidad nostálgica de quien recuerda buenos momentos entremezclada con un poco de vergüenza por haber hecho el ridículo, lo cual transformó la tímida sonrisa en una franca y hasta sonora carcajada.
Si mis cálculos no me fallan debo haber tenido mas o menos 4 años de edad, era domingo y vinieron de visita mis abuelos desde Caracas. Cada dos o tres meses teníamos estas visitas que tanto me agradaban, esos días mi mama se esmeraba por cocinar algo especial y siempre había helado de postre, lo cual como se pueden imaginar significaba para mí la mayor felicidad.
Y ahí estábamos sentados disfrutando del postre mis papás, mis abuelos, mi hermana y yo, toda una escena sacada de un comercial de la televisión. Para esa época mi hermana, que es mayor que yo, tenia siete años. Tres años de diferencia que significaban que sabia leer, escribir, tener mejor memoria, y mas elocuencia al hablar, cualidades que despertaban en mi admiración, un poco de envidia y la necesidad de esforzarme al máximo para por lo menos intentar llevarle el paso en la mayoría de las actividades.
Y fue en ese preciso momento que mi hermana levanto la mano y dijo, "¡tengo un chiste!", todos los adultos voltearon a verla mientras mi papá la alentaba a que lo contara, Yo por mi parte no sabia que significaba la palabra chiste, pero disimule mi ignorancia y y puse la misma cara de interés que tenían todos en la mesa. Lamentablemente no logro recordar el chiste, se que era uno de esos clásicos chistes de Jaimito que aprende uno en el colegio, mi hermana fue breve y con unas tres frases logro sacarle carcajadas a todos. Para mi era como ver un acto de magia, estaba sorprendido de ver como algo tan sencillo lograba captar las miradas de todos y esperar con intriga el final para luego rendirse ante las risas. Me pareció tan espectacular, tan poderoso, que hoy en día después de mas de veinte y cinco años todavía guardo ese recuerdo con un lujo de detalles.
Pero ahí no termina la historia, porque como les dije, junto al recuerdo del primer chiste que escuche esta el del mi primer intento de chiste, y el origen de los sentimientos de vergüenza que mencioné con anterioridad.
Acto seguido de que mi hermana echara su maravilloso chiste, y cuando las risas comenzaron a extinguirse, salgo yo y sin dudarlo levanto la mano con gestos recién copiados y digo: "Yo también tengo un chiste!", mi papá también me alentó a contarlo, pero con una gesto de duda, que vaticinaba lo que iba a ocurrir, y su gesto no era en vano, yo no tenia ni idea de que iba a decir, es mas no estaba seguro de cómo funcionaba eso de los chistes, así que armándome de ese valor que tienen los que todavía no conocen la derrota, comencé a hablar, robándome la primera frase del chiste de mi hermana, pero en seguida noté en las caras de los que me escuchaban que la cuestión no iba bien así que no me quedo otra que improvisar, un pocos de disparates salieron de mi boca, en lo que parecía mas un cuento que un chiste, y por mas que buscaba en mi cabeza no encontraba como terminar mi largo discurso con algo que diera risa, mientras seguía hablando sin parar, convencido de que había que continuar hasta el final sin importar las consecuencias, llegaron las palabras salvadoras de mi papá que dijo interrumpiéndome y sin reírse: "¡Que bueno ese chiste!", luego vinieron los comentarios de mi hermana y de mi abuelo, el primero fue para replicar el comentario de mi papá, diciendo: "¡eso no es un chiste!", y el segundo fue el de mi abuelo y el único que vino acompañado de una risa "Argimiro, creo que vas a ser un gran contador de chistes cuando seas grande". Yo me quede con las palabras de mi abuelo y me sentí triunfador en la pequeña batalla que había librado, todavía con dudas sobre como era que funcionaba eso de los chistes.
Las palabras de mi abuelo nunca se cumplieron, pasaron los años y a pesar de que logre entender como insertar humor a una frase, nunca me convertí en el gran contador de chistes, pero definitivamente ese día cambio mi vida y me imagino que de ahí nació lo que se convertiría en mi gran pasión por los chistes, sobre todos los gafos.
Por ultimo, creo que no hay otra manera de terminar este relato que no sea con un chiste, espero que les alegre el día.
Caminaban por la calle un cuchillo y un tenedor cuando a lo lejos ven pasar la cuchara, el cuchillo grita para llamarla: "Cuchara..!!! Cuchara…!", pero la cuchara continua sin prestarle atención. A lo que el tenedor responde: "Parece que no es cuchara…"